Escrito por D. Antonio Bueno, miembro del Equipo Directivo ASCEMI
EXCURSIÓN A TORREQUEMADA
El 18 de mayo, 37 socios de ASCEMI hicimos una excursión mixta (en autobús y a pie) a Torrequemada, y a la ermita de la Virgen del Salor. Salimos a eso de las 10 del sitio habitual en la Av. del Dr. Rodríguez de Ledesma, con un día soleado y radiante.
Llegamos a nuestro destino en poco más de un cuarto de hora (no dio tiempo ni a calentar las voces para cantar alguna canción mañanera). Nos esperaba en el Ayuntamiento el Sr. Alcalde, D. Elías Hernández, que consiguió la llave de la ermita que custodian las mayordomas de la Cofradía y, con un poco de retraso sobre el horario previsto, porque muchas señoras (¡previsoras ellas!) quisieron aliviarse para hacer el camino sin presiones añadidas…
Antes, nos dirigimos hacia la torre que, según el escudo que luce en su fachada, perteneció al matrimonio formado por D. Juan de Sande y Dª Teresa Álvarez de Ulloa, hija de Diego García de Ulloa, El Rico, que vivieron hacia la mitad del siglo XV. Hoy es propiedad particular y se encuentra convertida en una ruina, aunque parece que bastante firme. Hasta aquí no hubo problema para subir la cuesta. Pero se complicó el acceso a La Atalaya, un vórtice geodésico colocado en lo alto de una roca, desde donde se divisa un precioso paisaje de todos los alrededores, incluso la ermita a la que nos dirigimos. Allí algunas “se rajaron” aduciendo una colección de justificados motivos para no caminar (ya se sabe, la artrosis, la lesión del pie, el calzado inadecuado…) Al final, sólo un grupo de unos 25 valientes osamos dirigirnos por el camino de arena hacia el río Salor, sintiendo en nuestra frente el fuego del astro rey, que pegaba lo suyo, aunque se mitigaba la molestia por el suave frescor de la brisa primaveral. ¡Una delicia ver estos campos de la dehesa, con el verde que la estación proporciona a nuestro territorio extremeño en esta época del año! Entre encinas y alcornoques, serpenteaba este arenoso camino, asentado con los elementos disgregados de las rocas graníticas.
En media hora nos plantamos en el río Salor y atravesamos el puente, saludando al cámara de TV ASCEMI que se había desplazado hasta el lugar para dejar constancia de nuestra azarosa peripecia de bravos exploradores extremeños, emulando a aquellos grandes descubridores que nos precedieron en la gesta americana. El río llevaba más caudal del que podíamos pensar y, al acercarte podías escuchar el rumor del agua, en las pequeñas cascadas que hay en su cauce cada cierto trecho. Nos hemos enterado de que el Sr. Alcalde quiere cerrar este puente al tráfico rodado para reservarlo a los peatones y que los automóviles pasen por un badén inundable.
La ermita está situada en un alcor y se llega a lo alto subiendo un repecho cementado. Los vecinos de Torrequemada se han encargado de conservarla en buen estado, tras las últimas restauraciones en las que también colaboró la diócesis de Coria-Cáceres. Tiene la declaración de monumento por la Junta de Extremadura.
Según nos contó Antonio Bueno, tiene sus orígenes esta construcción en el siglo XIII, poco después de la conquista de Cáceres y en ella se refugiaron los caballeros templarios huyendo de la orden de excomunión. Es un lugar mágico por la concentración de energía telúrica. Fundaron en 1345 la Orden de caballería de “Nuestra Señora del Salor” a la que también perteneció lo más granado de la nobleza cacereña. Era una especie de sindicato de caballeros y escuderos, para su autodefensa. Tenían su sede en la parroquia de San Mateo de Cáceres, hasta que fue disuelta y sus bienes se utilizaron para la restauración de la Iglesia en el siglo XVI. La ermita ha sido restaurada en diferentes siglos y sufrió la embestida de las tropas napoleónicas, que quemaron la imagen original. La actual, desgraciadamente, en nada se parece a ella.
Pasamos al interior, abrimos las tres puertas que posee: al este, al oeste y al sur, y pudimos ver una ermita de grandes dimensiones, formada por tres naves, la central de mayor altura, y seis tramos de arcos transversales que contienen tres apuntados que son de ladrillo. La forma original es de época mudéjar, aunque la mayor parte de los muros son de mampostería con pilares de granito en la base de los arcos y en las puertas.
La capilla mayor se reedificó a finales del siglo XVIII y tiene forma cuadrada, de estilo barroco y está cubierta con bóveda hemisférica, sobre pechinas, y posee en lo alto una linterna para aportar luz al interior. Allí está la Virgen del Salor que aparece en la foto, que es una imagen de pie, para vestir y sin Niño Jesús. Es la patrona de varios pueblos de alrededor que celebran allí sus romerías, para lo cual se ha adaptado una antigua hostería o convento de los caballeros como albergue, que el Sr. Alcalde quiere restaurar para que sea como un “Aula de la Naturaleza” y se alojen en él grupos de 25 chicos de institutos de la región, con sus profesores o monitores, y aprendan a amar y cuidar nuestro privilegiado medio natural de la dehesa y conocer y respetar la fauna autóctona.
Llaman la atención en el interior de la ermita las pinturas al fresco que representan escenas de la vida de Cristo. Están bastante deterioradas y se hace necesaria una restauración por expertos (para que no pase lo del “Ecce Homo”) y que permita su conservación por otros cuantos siglos. Las más antiguas son del siglo XIV y otras son atribuidas al pintor cacereño Lucas Holguín, de mediados del siglo XVI. El intradós de los arcos está decorado con pinturas mudéjares que, principalmente son motivos florales.
Volvimos disfrutando de la brisa que nos acariciaba (y nos quemaba si no nos habíamos puesto crema protectora) buscando la entrada a esas construcciones etnográficas que llaman “las corralás”, que estuvieron funcionando hasta los años 50 en que se produjo la emigración masiva de vecinos de este pueblo hasta Alemania. Se hacían como parideras y para engordar los cochinos que luego se llevaban al corral que las casas tenían en la parte trasera y allí estaban hasta el momento de “la matanza”. Hemos prometido volver para incluir estas construcciones en el reportaje para TV ASCEMI.
Una cervecita fresca nos estaba esperando en el bar-restaurante LA PLAZA adonde llegamos con tiempo de sobra pues hasta las 2 y media no habíamos reservado la comida. No obstante, a las 2 ya había algunos expedicionarios sentados a las mesas y charlando animadamente, contando sus batallitas. “Pues a mí me salieron unas 50 vacas con sus ternerillos, mugiendo como desesperadas, porque me confundieron con la persona que va a llevarles la comida y, aunque he sido torero, mi ánimo se encogió al escuchar tan horripilantes bramidos”. Así lo contaba… ¡ya sería menos! “Y gracias al foso canadiense, me salvé y estoy aquí”, decía agitado.
Con puntualidad británica comenzaron a servirnos el delicioso majar que es el cochinillo (que más bien era una peladilla por lo tierno que estaba) especialidad que ha hecho famoso a este establecimiento de restauración. ¡Se acabaron las conversaciones y todo el mundo se puso a su tarea! Acompañado por patatas panadera y ensalada de lechuga, todo el salón era un “hummmm, qué rico”al unísono. Franquete no acababa de llegar con su esposa Susana (porque, como sabíamos, estaba en la consulta en la que el médico le revisó la evolución de ese brazo lastimado tras la “caída benéfica” en la Plaza de San Jorge. Estaban preparando un desfile de modelos benéfico y se cayó. ¡Y es que este chico no ve el peligro! Al fin llegaron y pudieron degustar tan delicioso manjar, aunque fuera con una sola mano. Antonio, el propietario, con mucha clase, vino a disculparse porque no había entendido que deseábamos probar también el cabrito al horno y solamente puso cochinillo. Se lo perdonamos porque el cochinillo estaba… ¿cómo estaba el cochinillo? Si, eso: ¡co…… ¡Y no lo pongo completo, porque puede haber niños que lean esta crónica.
El problema fue al terminar. ¿Adónde nos vamos a dormir la siesta? A dormir no fuimos, pero sí a disfrutar de la terraza de “Donde Manuel”; estuvimos a la sombra y nos atendieron maravillosamente, a pesar de que nos juntamos 7 mesas a charlar tranquilamente. Por supuesto, apareció un coche cuyo conductor conocía a Franquete ¡cómo no!
A las 6 volvimos hacia la Casa de Cultura “Juan José Narbón” donde tendría lugar el acto institucional de clausura de curso y las actuaciones de Franquete y Antonio Bueno. El Sr. Alcalde nos había preparado el equipo pero nos pasó como al del chiste (-Sr. Alcalde, Sr. Alcalde que los cohetes no funcionan… -¡¿Cómo es posible, si los probé anoche y funcionaban todos?), Porque la tarde anterior estuvimos probando el micro y los altavoces y marchaban fenomenalmente. Bueno, pues no sé cómo lo hizo, pero consiguió que se oyera lo que se decía por el micro. Lo que no se consiguió fue que funcionara la música que había de acompañar la actuación de Antonio Bueno. ¡Pues, sin música! ¡”A capella”!
Comenzó el acto con la lectura de las actividades realizadas en el curso, desde el día del Aniversario de ASCEMI hasta la fecha, en la que sigue creciendo el número de socios (somos cerca de 700), seguimos recibiendo y guiando visitas (más de 17.000 personas desde que iniciamos la actividad), seguimos colaborando con el Centro y celebrando conciertos, ciclos de conferencias muy interesantes, viajes culturales etc. etc. etc.
A continuación, Franquete asió el micro con la mano que tenía disponible (pues el otro brazo sigue en cabestrillo) y comenzó una ristra de chistes que hacían reír sin parar al público de ASCEMI y a los vecinos de Torrequemada que se habían unido (“a los títeres”, como decía una vieja del pueblo). Estuvo sembrado. Y es que, aunque uno lo haya oído varias veces, siempre tiene algún tema nuevo para que nos carcajeemos. Y aunque lo sepamos, volvemos a reírnos porque la gracia está en cómo lo cuenta. Creo que se ganó el puesto para que el Sr. Alcalde lo contrate para las fiestas de septiembre. Para los oriundos fue un rato delicioso, porque muchos no lo conocían.
Y, a continuación, Antonio Bueno hizo lo que pudo, teniendo en cuenta que falló el acompañamiento musical. En algunas canciones no es necesario (como en el zortxico “No te olvido” que cantó al principio). Pero, para salvar las otras pidió la ayuda del público que aceptó encantado. Se largó por canciones de Carlos Cano, hasta con deje andaluz, y terminó con una canción de los 80 “Dónde están tus ojos negros” que fue cantada a coro por los jóvenes de ahora, que fueron más jóvenes, en aquellos años.
Con nuestro agradecimiento al Sr. Alcalde, que se ha portado maravillosamente con nuestro grupo, y a Miguel Pantrigo que colaboró igualmente, (con la entrega de Guías de Cáceres de Antonio Bueno) y el ofrecimiento para que visiten el CCMIJU cuando lo deseen (el grupo de mayores o los jóvenes de las escuelas). También a las mayordomas de la cofradía que instalaron una mesa donde pudimos adquirir recuerdos de la Virgen del Salor y de Torrequemada. Hacen una gran labor.
Sentimos que no hayan podido disfrutar de este fantástico día de convivencia muchos socios que decidieron no acudir y la ausencia de directivos, que justificaron debidamente su no presencia por motivos personales o de viajes con el IMSERSO.